domingo, 1 de abril de 2012

Taino Gata del Shogun

“La que siempre esperará en tu tumba”: Taíno el gran amor de Ieyasu Tokugawa

 Cuando estudiaba en Francia, mi compañero de clase Kentaro me hablaba a menudo del romance perfecto que fue la relación entre el primer shogún de la dinastía Tokugawa y Taíno la Rubia. Ella siempre será “la que siempre esperará en tu tumba,” suspiraba Kentaro, acariciando a su enorme gata abisinia Morella. Cuando Ieyasu Tokugawa, el tercero de los grandes unificadores del Japón junto al temible Oda Nobunaga y Toyotomi Hideyoshi (quienes por cierto fueron sus camaradas en vida), nació en el seno de una familia de mucho abolengo en 1543, jamás se imaginó que iba a ser tan amado por alguien. Cuando después de una vida de rebatiñas, intrigas, guerras y complots logró llegar al puesto de shogún-o mandamás del Japón- ya había vertido demasiadas lágrimas(propias y ajenas) y sangre(sobre todo ajena) como para esperar que fuera fulminado de una vez por todas por el flechazo del amor para siempre. En 1603 engatusó al emperador de turno presentándole un árbol genealógico traveseado para afirmar que siendo descendiente del rancio clan Minamoto (cosa que no era muy probable) tenía todo el derecho del mundo para ser shogún, algo que sus dos antecesores y amigos(Oda Nobunaga y Toyotomi Hideyoshi) no habían logrado. Ieyasu habría de saborear este bombón de poder por dos años antes de retirarse oficialmente para darle el mando a su hijo Hidetada. Sin embargo, quien llevaba las riendas tras bambalinas era él. Mientras su hijo se miraba en los espejitos viéndose bello, Ieyasu procedía a desnudar a la nobleza de sus cuotas de poder,(algo que hizo oficialmente en 1613).En 1614 de un solo decreto logró expulsar a los cristianos, algo que tenía antojos de hacer desde hace rato. Cuando murió en cama de achaques de viejo en 1616, dejaba tras de sí el recuerdo del suicidio forzado de su hijo mayor y la ejecución de su primera esposa, pero el viejo que se iba dejaba a su máximo amor echándole de menos:Taíno la Rubia. El mismo hombre que adoraba nadar y practicar la cetrería en sus pocos ratos libres, el mandamás que jamás perdonó a quien le hiciera daño pero que recompensó siempre a los amigos que le ayudaron, había conocido a Taíno cuando ésta era una robusta bebé de meses en 1613. Como araña sagaz, Ieyasu estaba tramando la expulsión de los cristianos que habían llegado a rasgar la delicada seda socio religiosa de Japón. Se la llevó un campesino pobre de lo que hoy sería Hiroshima: era rubia, fuerte, y osada. Taíno desde chica mostró una gran resistencia, salud de hierro y vigor de atleta consumado. Acompañaba a Ieyasu donde fuera, y al igual que Fala el fox terrier seguía a Franklin Delano Roosevelt por doquier, Taíno se convirtió en la sombra inseparable del shogún.Pero es destino de toda hembra que tiene sana líbido quedar embarazada alguna vez. Ya era una criatura adolescente cuando lo inevitable sucedió y Ieyasu creyó volverse loco de contento, pero también de preocupación. Lo mejor de todo fue conseguido para la caprichosa gestante, quien de pronto se antojaba de cosas inverosímiles como grillos en miel o lonjas de pulpo en salsa de naranja. Ieyasu, quien siempre detestó dormir en la misma cama que sus esposas, dormía acompañado por fin, cuidando no aplastar en voluminoso vientre de su chela. El día del parto, Ieyasu tuvo miedo al ver a la primípara en apuros. Taíno se retorcía sin poder sacar bebé al mundo. Recordando Ieyasu que cuando él era adolescente, había perdido a su favorita Val con un par de gemelos atravesados en la barriga cuando el especialista no pudo hacer nada ni por la madre ni las crías, pidió que le llevaran licor de arroz, paños de seda, agua caliente y con su espada de samurai lista, tomó la decisión de partear a la afligida Taíno. Ieyasu con mano firme aplicó el licor de arroz,(tras haber bebido un poco él para darse valor), abrió la panza de su amada y extrajo tres criaturas hermosas. Acto seguido, con sumo cuidado volvió a zurcir la barriga con hilos de fina seda. Madre e hijos sobrevivieron al parto mientras el shogún suspiraba aliviado. Los hijos habidos por Taíno fueron pavorosamente consentidos y criados como príncipes, gozando de todo mimo y lujo. Cuando Ieyasu se fue de este mundo le hicieron un enorme mausoleo. Taíno casi se muere tras la desaparición física del shogún, pero logró existir en relativa paz hasta 1620 cuando falleció de una pulmonía. Ella solía visitar la tumba de su señor, y a veces hasta se dormía allí. En la tumba del shogún yace un gato adormilado, brotado de la casi mágica mano del escultor Hidari Jingaro. Para muchos, la posición de arrullo de este gato recuerda la de Taíno cuando dormía en el regazo del shogún. Porque el gran amor de Ieyasu Tokugawa, no se equivoquen, no fue una mujer. Fue su última gata, la cola chinga japonesa Taíno la Rubia, a quien idolatró tanto que no osó ponerla en mano de veterinario alguno cuando parió ya que Val, una gata persa que tuvo en la adolescencia, había muerto de parto cuando un veterinario no pudo hacer nada por ella. El veterinario de Val había sido ejecutado por eso. Ieyasu no podía tomar el riesgo de volver a perder a su sombra, a quien solía decirle en las frías tardes del invierno nipón,”Tú serás la que me espere sobre la tumba, para que volvamos a estar juntos.” Taíno, al igual que la célebre Gnat del bardo Juan Alejandro de Normandía o el travieso Gateau del bardo medieval Guillermo de Aquitania, pasa a la historia como una de las micifuces más veneradas de todos los tiempos, originando una leyenda de perfecto entendimiento entre el humano y el animal.

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