domingo, 1 de abril de 2012

SOCIOS DE GATOS:SISSI EMPERATRIZ

La emperatriz màs idolatrada de todas:Sissi

Una vez, conversando con mi amiga Lolita Rugama, ella me confesaba su fascinación por la emperatriz Elizabeth del Imperio Austro-Húngaro, a lo cual le respondí, "Bienvenida al fan club de Sissi." Elizabeth -tiernamente apodada Sissi por un pueblo que llegó a idolatrarla- forma parte de los afectos históricos que he sentido desde mis tiempos de estudiante, a la par de mis otros ídolos Felipe de Borbón y Tecumseh... La figura de la hermosísima Elizabeth, a 100 años de su trágico deceso el 10 de septiembre de 1898 en Suiza, sigue siendo como un imán para historiadores, dado que es una de las mujeres más extraordinarias que dio Europa.
Elizabeth, a quien en su niñez llamaban Liesl de Possenhoffen por el sitio donde vivió sus primeros años, era hija de un noble bonachón, parrandero y alegre llamado Max, Duque de Baviera. Max se había casado por amor con Ludovica, quien era hermana de la archiduquesa Sofìa de Habsburgo, la agria madre del emperador Francisco José de Austria. Max y Ludovica tuvieron una amplia prole, siendo Sissi la segunda hija. Max desde chica le fomentó el amor a los niños, la pasión por los animales, la fascinación por el aprendizaje y la protección de la naturaleza. Max, en una ocasión, le dijo a Sissi, quien era su predilecta, "Si tú y yo no hubiéramos nacido nobles, por Diosito que ya anduviéramos de maromeros en un circo." Sissi estaba destinada a casarse conforme arreglos de familias con Carlos Luis, el hermano menor del guapísimo pero malcriado emperador Francisco José...
Era Elena, la hermana mayor de Sissi -estirada como ella sola y vana a más no poder- a quien la querían amarrar con el emperador. Cuando Ludovica viajó a Viena con Elena y Sissi, ésta última se da cuenta que su breve flirteo de verano con Carlos Luis no fue más que eso... y se enamora violentamente del adusto Francisco José. El emperador, harto de las bellezas pretenciosas como Elena, opta por proponerle boda a la espontánea Sissy delante de todo el mundo en un suntuoso baile de la corte, dejando con un palmo de narices a la vanidosa Elena, quien se ya las picaba de emperatriz sin corona.
De esta forma, Sissi y su primo el emperador se casan no solo por amor, sino por conveniencia mientras Elena sale huyendo de Viena refunfuñando que Sissi le quitó el novio, aunque años después se casará con un rubio príncipe Thurn. Sissi, tan independiente y dueña de sí misma, comprendió que entraba a una jaula de oro y antes de matrimoniarse soltó a sus venados y otras criaturas que tenía en su zoo en Baviera. Una vez acabada la luna de miel, Sissi se dio cuenta que estaba casada con un ogrete, y echó a andar toda la dulzura de su encantador carácter para limarle las abundantes asperezas a su marido, quien ya estaba sifilítico de tantas andanzas por lupanares. Al parecer la paciencia y ternura de Sissi obró milagros, pues Francisco José fue dejando a un lado los exabruptos y rabietas que ya eran leyenda. Sissi vio sus ansias maternales colmadas primero con una niña, y luego con el heredero Rodolfo. A Sissi la familia del marido le aguó la historia de amor, a como suele suceder a menudo cuando el marido obliga a la mujer a deflutir artificialmente a su parentela.Sofía, la odiosa suegra de Sissi, vivía pendiente de cada movimiento de la bella mujer. Le inventaba amantes, criticaba su sencillez y espontaneidad, le intentaba meter cuechos a su hijo y en una ocasión hasta cacheteó a la dulce Sissi cuando la halló en la cocina guisando a la par de las criadas (Sissi sería toda su vida una aficionada a la
cocina y amante de las golosinas, y reza la leyenda que preparaba una palacsintas, una especie de crepas húngaras, mejor que cualquier cíngara). Otras veces, subsistìa a base de leche agria, sangre de cabra y toronjas, y llegò a verse en aprietos por ser anorèxica durante varias etapas de su vida.
Sissi, poseedora de una astucia natural, terminó de domar a su prepotente y libidinoso marido haciéndose su cómplice hasta en los devaneos. Sissi solía aconsejarle sobre qué mujer sería mejor como amante, y llegó a recomendarle unas cuantas que luego fueron excelentes amigas suyas. Entre las personas que más amaron a Sissi estuvo Jennie Jerome, Lady Churchill, la madre del fabuloso Winston. Jennie y Sissi pasaron vacaciones juntas en varias ocasiones, y en una oportunidad anduvieron comprando caballos de pura sangre en Irlanda y bebiendo poteen (una especie de cususa que destilan los celtas) como dos amas de casa en rienda suelta. Tambièn la idolatrò el polìtico hùngaro Guyla Andrassy, quien ademàs de ser su mejor amigo muchos se lo dan por amante.
El destino le había reservado a Sissi el más grande dolor que puede sufrir una mujer: la muerte de sus hijos. Rodolfo, el heredero al trono, se había casado por razones de estado con una princesa que nunca amó. Este príncipe se enamoró apasionadamente de María Vetsera, una joven dulce y encantadora. Cuando Rodolfo quiso divorciarse de su linajuda esposa, Francisco José le prohibió que lo hiciera. María y Rodolfo se suicidaron juntos en un pacto de amor en el palacio de Mayerling, y Sissi creyó volverse loca de dolor.
Sin embargo, los golpes de la vida no le quitaron el humor risueño ni su amor por las artes a Sissi. Echando a un lado el qué dirán, abrazaba aparatosamente a Juan Strauss II, el Rey del Vals, de quien se declaraba la fan número uno. Fue tan amada por el pueblo de Hungría -que en ese entonces estaba anexada a Austria en el Imperio Austro-Húngaro- que los magyares le pidieron que ella fuera su reina... sin invitar a Francisco José a que fuera su rey. A pesar de las críticas de la nobleza austríaca, Sissi era enemiga del protocolo y le encantaba tener estrecho contacto con la gente. Cuando la bailarina gitana Tadea Mirslac pasó por Viena, Sissi la recibió en su palacio, y reza la leyenda que cuando Tadea ya se iba después de bailarle a Sissi, la emperatriz le pidió que se levantara las faldas para confirmar si era verdad que no usaba bragas. Ni corta ni perezosa, Tadea le mostró su desnudo y sonrosado nalgatorio mientras Sissy, casi orinándose de la risa, le dijo, "Indudablemente que es más ventilado andar así!"
Sissi, entre sus actividades benéficas y el cuido que le dedicaba a sus numerosas mascotas (un maharajá en una ocasión le ofreció un elefantito y el animal arribó a Viena entre críticas y risas), solía escribir poemas y cuentos cortos. Tocaba el piano bastante bien y no era mala a la pintura.
Sissi murió en 1898 cuando vacacionaba en Ginebra, Suiza. El anarquista italiano Luigi Lucheni la esperó tras un árbol a la salida del hotel Beau Rivage, donde la bella emperatriz se alojaba. Al pasar Sissi, le clavó una filosa lima en el pecho. Sissi, creyendo que no era una herida importante, quiso ir a montarse al barco Genève que la esperaba en el lago, pero tuvo que devolverse poco después al hotel a su cita con la muerte, después de no poder contener la hemorragia a bordo del barco.

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