miércoles, 4 de abril de 2012

SOCIOS DE LOS GATOS: NICOLAS PAGANINI

EL PRECURSOR DEL IDOLO MUSICAL:
NICOLAS PAGANINI



  El primer ídolo musical, a como los conocemos hoy en día, el hombre que suscita lanzamiento de sostenes y pañuelos y gritería entre sus fans, fue un individuo alto, flaco y seductor nacido en Génova, Italia, un 27 de octubre de 1782: Nicolás Paganini.  El nombre de Paganini en la historia de la música es sinónimo de virtuosismo del violín, y como compositor nos legó algunas de las obras más deliciosas del pentagrama clásico. Pero, ¿quién era este hombre que hacía llorar a genios, delirar a princesas y desmayarse a las mujeres?
Sus padres eran de origen humilde, Teresa Bocciardi y Antonio Paganini, un humilde obrero portuario que medio rasguetaba la mandolina. Nicolás se revolvía aparatosamente en su cuna cuando oía música, y su talento genial no tardó en florecer. El padre le enseñó lo que pudo, y luego lo puso en manos de otros maestros. A los nueve años Paganini dio su primer concierto como chico prodigio del violín. El prodigio llamó fuertemente la atención de un Marqués di Negro, quien le llevó a Parma y se convirtió en su primer mecenas. Le pagó estudios con los mejores profesores, le instó a dar conciertos en Florencia, Bolonia, Milán y Parma y le apadrinó en todo el sentido de la palabra.

Cuando a fines de 1797 Nicolás llega a pasar el invierno con su familia en Génova, su padre no lo deja escaparse a jugar con sus amigos y le obliga a estudiar hasta 12 horas diarias sin descanso. Cuando Nicolás se resiste, el codicioso Antonio lo azota y le reprende, instándolo a "no echar por la borda el futuro." Nicolás, extenuado y más magullado que una pera de boxear en la que entrena un campéon mundial, huyó de su casa a los 17 años, echando sapos y culebras en contra del autor de sus días.

Nicolás anduvo dando tumbos por el mundo, frecuentando malas mujeres y tabernas. En una ocasión el pobre muchacho, quien ya era ludópata, perdió su violín en un juego. Un rico comerciante francés, Monsieur Livron, le prestó su valioso Guarnerius, una joya de instrumento. Tras haber tocado el violín en un concierto, Livron no quiso que Paganini se lo devolviera. "Nadie podría hacerlo cantar como tú," le dijo el emocionado francés. Paganini nunca se separó de este violín, y al morir el genio pasó a manos de la municipalidad de la ciudad de Génova. Paganini ya era considerado como un virtuoso siendo muy joven, y conforme iba ganando fama, se dijo de él que tenía pacto con el diablo para poder tocar tan maravillosamente. Para colmo, su apariencia le ayudaba a fomentar estos rumores.
Era alto, flaco, de intensos ojos oscuros, y muy apasionado. En una ocasión tuvo que publicar las cartas de amor de sus padres para dar fe de que sus padres eran meros mortales (se decía que era hijo de Satanás con una monja perversa). Entre 1801 y 1805 se sabe poco de sus andanzas, pero dicen las malas lenguas (con la mía lidereando el desfile) que Nicolás se vio envuelto en un triángulo pasional cuando encontró a su amante con otro. El celoso genio mató a la mujer, la evisceró y de su intestino hizo una de las cuerdas de su violín. Luego fue a parar a la cárcel, de donde fue extricado por una linajuda dama que apreciaba mucho su talento además de sus proezas en el lecho.  Muchas veces a la salida del teatro donde tocaba le seguìan gatos, pero no era porque fuera hijo del diablo. Solìa darles comida, y sus propias mascotas gatunas estaban obesas, entre ellas Fabiola.

En 1805, por fin libre, Nicolás logra ganarse la admiración de Elisa Bonaparte, hermana del Pequeño Gran Corso. El chaparro emperador francés acaba de instaurar a su hermana en el principado de Lucca y Piombino, y ella lo empleó como virtuoso de su música particular, dándole el grado de capitán. Luego entre 1811 y 1812 a Nicolás le tocó servir a otra hermana de Bonaparte, a la libidinosa Paulina, quien estaba casada con el príncipe Camilo Borghese en Florencia. Nunca se ha podido comprobar si en efecto Paulina, quien era ninfómana empedernida, se llevó a la cama a Nicolás... En medio de sus giras de conciertos y correrías, Nicolás se había casado con Antonia Bianchi, quien fue la madre de su idolatrado hijo Aquiles. Nicolás nunca le fue fiel, pero a Antonia jamás le faltó el buen vestir y el mejor comer. 

En cada ciudad que llegaba, Nicolás tomaba dos amplias habitaciones de hotel, una para él y la otra para albergar a mendigos de la localidad, a quienes les daba vida de reyes mientras él estuviera en dicha ciudad. Curiosamente avaro consigo mismo, Nicolás era generoso en su caridad hacia los demás. Además, era tierno amante de los animales, y en la casa de su esposa siempre abundaron especies en lo que él llamaba "mi zoo del corazón." En algunas giras, Nicolás se hacía acompañar de una inmensa gata negra mechuda llamada Perséfona. El hecho de que se rumoraba que su virtuosismo era fruto de un pacto con el diablo, y la actitud intolerante de Nicolás hacia cualquier tipo de religión, dieron cabida a que se dijera que la gata era su "socia de brujerías."

Aún tras haberse separado de su mujer, Nicolás fue excelente padre. Hizo todas sus giras de conciertos acompañado de su adorado Aquiles, a quien mimaba pavorosamente. Su excelencia en cuanto al instrumento fue lo que hizo que el húngaro Franz Liszt quisiera ser "El Paganini del teclado", iniciando así una carrera de virtuoso del piano que deslumbró a muchos y llegando a componer el tema La Campanella sobre un aire de Paganini. El gordo compositor operático Joaquín Rossini confesó haber llorado conmovido por el arte musical de Nicolás.
Un 27 de mayo de 1840 Nicolás se fue de este valle de lágrimas en Niza, tras dolorosos accesos de tos provocados por su galopante tisis laríngea. Al momento de morir ya casi no podía hablar. Ni muerto tuvo paz. El obispo de Niza, recordando que Nicolás manifestaba odio hacia la iglesia, no permitió que lo enterraran en suelo cristiano. 13 días pasó insepulto el cadáver del genio mientras su hijo creía morirse de aflicción.
Finalmente, la familia de Nicolás fletó un bote para llevar los restos al islote de Saint Ferreol, frente a la Costa Azul. Ahí le enterraron y seis años más tarde, otro navío arribó al islote desierto, exhumó los restos de Nicolás y acabó enterrado en Parma en un mausoleo. La leyenda del fabuloso Paganini llega a nuestros días intacta, y Hollywood ha hecho diversas películas alusivas a su figura. Siendo uno de los músicos que más me fascinan, no pude resistirme al embrujo de Nicolás y mi breve relato de terror Nicky, publicado hace dos años en 7 Días, es apenas un humilde tributo a este subyugante ejemplar de macho italiano.
 

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